En el territorio de Estados Unidos viven 12 millones de inmigrantes ilegales, de los cuales el cincuenta por ciento es de origen mexicano e ingresa al país, luego de arriesgarse a cruzar la frontera de 3.100 kilómetros sin que la patrulla los descubra.
En Estados Unidos los intentos por controlar el ingreso clandestino de personas desde México, no cesan. Según un comunicado de la Casa Blanca, en noviembre de 2005 el presidente George Bush sostuvo que “la protección de la frontera es esencial para velar por la seguridad del territorio nacional”.
Desde que asumió su mandato, Bush ha aumentando en un 60 por ciento los fondos destinados a proteger la frontera de cualquier mexicano que intente cruzarla.
El presidente norteamericano ideó un plan que consistió en realizar una reforma integral de la inmigración en su país: Estados Unidos mandaría de regreso a las personas que ingresen ilegalmente, el Congreso reformaría las leyes y el Gobierno federal tomaría medidas para detener a quienes intenten cruzar la frontera.
El plan “antiinmigrantes” se llevó a cabo con aumento de personal, despliegue de tecnología y construcción de barreras para detener el ingreso ilegal de personas.
La Cámara de representantes aprobó un proyecto de ley que prevé el refuerzo de la seguridad en el límite con México, la detención y deportación de extranjeros sin papeles y le otorga el derecho a las fuerzas de seguridad de detener sospechosos y luego verificar su situación.
En repudio a éstas medidas los “sin papeles” eligieron el 1 de mayo para faltar a sus trabajos y escuelas, no realizar comprar y unirse en una protesta masiva que ocupó las calles desde Nueva York hasta San Diego. El llamado “Día sin inmigrantes” significó una demostración del poder que han adquirido, además de un intento por detener las medidas que los tratan como delincuentes.
Si bien el número de extranjeros viviendo en Estados Unidos, a causa, entre otras cosas, de la falta de empleo en su país de origen, conforma un número importante, el presidente de México, Vicente Fox, no interviene demasiado en el tema y conserva sus “buenas” relaciones con la Casa Blanca.
Según la agencia de noticias AP, el presidente mexicano calificó de “un monumental paso adelante” la aprobación por parte del Senado estadounidense de un proyecto de ley para darle a millones de indocumentados la oportunidad de recorrer un camino hacia la ciudadanía”.
Fox no ha logrado ningún acuerdo que beneficie a los ciudadanos que se encuentran en condiciones ilegales en el país vecino, y su mandato ya está recorriendo la recta final. El 2 de julio serán las elecciones presidenciales que tienen como candidatos favoritos a Andrés Manuel López Obrador (centroizquierda) y a Roberto Madrazo (centroderecha).
En plena campaña electoral los posibles mandatarios tomaron posturas diferentes con respecto al tema. López Obrador mencionó: “Vamos a persuadir al gobierno norteamericano, al Senado norteamericano y a la Cámara de Diputados del gobierno norteamericano, de Estados Unidos de Norteamérica, de que no es con muros y con medidas represivas como se va a resolver el problema migratorio”.
Con una postura menos pretenciosa el candidato de la centroderecha, Madrazo, anunció que hay que tener un “acuerdo migratorio en Estados Unidos” para poder regularizar a los trabajadores mexicanos que viven en Norteamérica y que puedan tener empleos temporales.
Las próximas elecciones serán un punto clave en la vida de los mexicanos exiliados en busca de nuevas oportunidades laborales. El resultado que arrojen las urnas podrá cambiar, o no, el destino de muchos ciudadanos que deben soportar persecuciones y maltratos por vivir “sin papeles” en territorio ajeno.
En Estados Unidos los intentos por controlar el ingreso clandestino de personas desde México, no cesan. Según un comunicado de la Casa Blanca, en noviembre de 2005 el presidente George Bush sostuvo que “la protección de la frontera es esencial para velar por la seguridad del territorio nacional”.
Desde que asumió su mandato, Bush ha aumentando en un 60 por ciento los fondos destinados a proteger la frontera de cualquier mexicano que intente cruzarla.
El presidente norteamericano ideó un plan que consistió en realizar una reforma integral de la inmigración en su país: Estados Unidos mandaría de regreso a las personas que ingresen ilegalmente, el Congreso reformaría las leyes y el Gobierno federal tomaría medidas para detener a quienes intenten cruzar la frontera.
El plan “antiinmigrantes” se llevó a cabo con aumento de personal, despliegue de tecnología y construcción de barreras para detener el ingreso ilegal de personas.
La Cámara de representantes aprobó un proyecto de ley que prevé el refuerzo de la seguridad en el límite con México, la detención y deportación de extranjeros sin papeles y le otorga el derecho a las fuerzas de seguridad de detener sospechosos y luego verificar su situación.
En repudio a éstas medidas los “sin papeles” eligieron el 1 de mayo para faltar a sus trabajos y escuelas, no realizar comprar y unirse en una protesta masiva que ocupó las calles desde Nueva York hasta San Diego. El llamado “Día sin inmigrantes” significó una demostración del poder que han adquirido, además de un intento por detener las medidas que los tratan como delincuentes.
Si bien el número de extranjeros viviendo en Estados Unidos, a causa, entre otras cosas, de la falta de empleo en su país de origen, conforma un número importante, el presidente de México, Vicente Fox, no interviene demasiado en el tema y conserva sus “buenas” relaciones con la Casa Blanca.
Según la agencia de noticias AP, el presidente mexicano calificó de “un monumental paso adelante” la aprobación por parte del Senado estadounidense de un proyecto de ley para darle a millones de indocumentados la oportunidad de recorrer un camino hacia la ciudadanía”.
Fox no ha logrado ningún acuerdo que beneficie a los ciudadanos que se encuentran en condiciones ilegales en el país vecino, y su mandato ya está recorriendo la recta final. El 2 de julio serán las elecciones presidenciales que tienen como candidatos favoritos a Andrés Manuel López Obrador (centroizquierda) y a Roberto Madrazo (centroderecha).
En plena campaña electoral los posibles mandatarios tomaron posturas diferentes con respecto al tema. López Obrador mencionó: “Vamos a persuadir al gobierno norteamericano, al Senado norteamericano y a la Cámara de Diputados del gobierno norteamericano, de Estados Unidos de Norteamérica, de que no es con muros y con medidas represivas como se va a resolver el problema migratorio”.
Con una postura menos pretenciosa el candidato de la centroderecha, Madrazo, anunció que hay que tener un “acuerdo migratorio en Estados Unidos” para poder regularizar a los trabajadores mexicanos que viven en Norteamérica y que puedan tener empleos temporales.
Las próximas elecciones serán un punto clave en la vida de los mexicanos exiliados en busca de nuevas oportunidades laborales. El resultado que arrojen las urnas podrá cambiar, o no, el destino de muchos ciudadanos que deben soportar persecuciones y maltratos por vivir “sin papeles” en territorio ajeno.
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