Entre noviembre de 2005 y finales de 2006 América Latina cuenta con una importante agenda electoral de gran trascendencia para su futuro político
En ese lapso, elegirán presidentes sucesivamente los pueblos de Honduras, Bolivia, Haití, Chile, Costa Rica, Perú, Colombia, México, Brasil, Ecuador, Nicaragua y Venezuela, a menos que una crisis política en alguno de ellos lo impida, hipótesis para no descartar dada la alta inestabilidad presentes en varios países de la región.
La dinámica electoral de 2006 arrancó durante el último trimestre de 2005, a partir de las elecciones en Honduras y Bolivia y la primera vuelta electoral en Chile.
Las primeras, celebradas en noviembre, marcaron el retorno al poder del Partido Liberal. Siguieron las de Chile, el 11 de diciembre de 2005, donde se dio el cuarto triunfo consecutivo de la izquierda en el poder que llevó a Michelle Bachelet a la presidencia en la segunda vuelta en enero de 2006.
En Bolivia, el resultado electoral favoreció a Evo Morales, primer presidente indígena en la historia del país, cuya población es en su mayoría quechua y aymará.
El 2006 es un año electoral en todo el continente. Sin embargo, viene marcado por una profunda crisis de credibilidad hacia los partidos políticos y los parlamentos, la desigualdad en la distribución del ingreso y la exclusión social, además de la pobreza que alcanza actualmente a 40 por ciento de la población latinoamericana.
Estos factores han convergido en un profundo desencanto con la política, y en una creciente insatisfacción con el desempeño de la democracia, lo que se ha visto reflejado en una recomposición del escenario político regional, donde el surgimiento de nuevos actores y líderes está a la orden del día.
Se ha abierto el acceso al poder a viejas opciones hasta hoy privadas de una oportunidad para llevar adelante sus propuestas, y se observan nuevas formas (política de las calles) de canalizar la protesta y el descontento con el desempeño social y económico de los gobiernos.
Estos nuevos rasgos de la dinámica política han motivado la colocación de etiquetas de izquierdista, populista o neopopulista a los flamantes actores políticos que, si bien comparten ciertos objetivos comunes, presentan diferencias distintivas muy importantes entre ellos.
Así, la elección por la vía de las urnas de Chávez en Venezuela, Kirchner en Argentina, Lula en Brasil, Vázquez en Uruguay, Morales en Bolivia, Bachelet en Chile, la buena elección en Perú de Ollanta Humala, y el posicionamiento de Andrés Manuel López Obrador en México no son parte de un mismo movimiento, ni son iguales entre sí, pero han producido lo que para unos es el resurgimiento de la izquierda latinoamericana y para otros la reedición de un populismo o neopopulismo nacionalista.
Sin embargo, el movimiento absoluto u homogéneo hacia la izquierda no es tan claro. Con los triunfos de Álvaro Uribe en Colombia y Alan García en Perú, las opciones son de centro-derecha, así como lo será si en México se impone el candidato oficialista conservador Felipe Calderón.
El triunfo de estos actores no tradicionales ha llamado la atención de quienes ven amenazada su porción tradicional de la torta del poder, quienes imaginan que esta tendencia podría repercutir regionalmente influyendo en los electorados de otros países que se disponen a realizar elecciones, brindándole oportunidades a nuevas opciones frente a la política tradicional que no ha rendido los frutos prometidos.
Un repaso por los resultados de los más recientes procesos electorales en la región, desde la perspectiva de la continuidad o la alternancia en el poder, muestra el triunfo del oficialismo en Chile por cuarta vez consecutiva desde 1990. En Colombia ganó el oficialismo y es probable que en Venezuela también lo haga. En Brasil no está claro aún, pero es posible que Lula Da Silva logre la continuidad en el poder.
De darse estos resultados, sería mediante la reelección inmediata y la figura del candidato-presidente, que demuestra el entusiasmo reeleccionista que impera en la región.
En los demás casos, la oposición triunfó en Bolivia, Honduras, Costa Rica y Perú. Quien gane en Ecuador también vendrá de la oposición. En México y Nicaragua el panorama no está definido aún, pero las posibilidades están abiertas para un triunfo de la oposición.
En ese lapso, elegirán presidentes sucesivamente los pueblos de Honduras, Bolivia, Haití, Chile, Costa Rica, Perú, Colombia, México, Brasil, Ecuador, Nicaragua y Venezuela, a menos que una crisis política en alguno de ellos lo impida, hipótesis para no descartar dada la alta inestabilidad presentes en varios países de la región.
La dinámica electoral de 2006 arrancó durante el último trimestre de 2005, a partir de las elecciones en Honduras y Bolivia y la primera vuelta electoral en Chile.
Las primeras, celebradas en noviembre, marcaron el retorno al poder del Partido Liberal. Siguieron las de Chile, el 11 de diciembre de 2005, donde se dio el cuarto triunfo consecutivo de la izquierda en el poder que llevó a Michelle Bachelet a la presidencia en la segunda vuelta en enero de 2006.
En Bolivia, el resultado electoral favoreció a Evo Morales, primer presidente indígena en la historia del país, cuya población es en su mayoría quechua y aymará.
El 2006 es un año electoral en todo el continente. Sin embargo, viene marcado por una profunda crisis de credibilidad hacia los partidos políticos y los parlamentos, la desigualdad en la distribución del ingreso y la exclusión social, además de la pobreza que alcanza actualmente a 40 por ciento de la población latinoamericana.
Estos factores han convergido en un profundo desencanto con la política, y en una creciente insatisfacción con el desempeño de la democracia, lo que se ha visto reflejado en una recomposición del escenario político regional, donde el surgimiento de nuevos actores y líderes está a la orden del día.
Se ha abierto el acceso al poder a viejas opciones hasta hoy privadas de una oportunidad para llevar adelante sus propuestas, y se observan nuevas formas (política de las calles) de canalizar la protesta y el descontento con el desempeño social y económico de los gobiernos.
Estos nuevos rasgos de la dinámica política han motivado la colocación de etiquetas de izquierdista, populista o neopopulista a los flamantes actores políticos que, si bien comparten ciertos objetivos comunes, presentan diferencias distintivas muy importantes entre ellos.
Así, la elección por la vía de las urnas de Chávez en Venezuela, Kirchner en Argentina, Lula en Brasil, Vázquez en Uruguay, Morales en Bolivia, Bachelet en Chile, la buena elección en Perú de Ollanta Humala, y el posicionamiento de Andrés Manuel López Obrador en México no son parte de un mismo movimiento, ni son iguales entre sí, pero han producido lo que para unos es el resurgimiento de la izquierda latinoamericana y para otros la reedición de un populismo o neopopulismo nacionalista.
Sin embargo, el movimiento absoluto u homogéneo hacia la izquierda no es tan claro. Con los triunfos de Álvaro Uribe en Colombia y Alan García en Perú, las opciones son de centro-derecha, así como lo será si en México se impone el candidato oficialista conservador Felipe Calderón.
El triunfo de estos actores no tradicionales ha llamado la atención de quienes ven amenazada su porción tradicional de la torta del poder, quienes imaginan que esta tendencia podría repercutir regionalmente influyendo en los electorados de otros países que se disponen a realizar elecciones, brindándole oportunidades a nuevas opciones frente a la política tradicional que no ha rendido los frutos prometidos.
Un repaso por los resultados de los más recientes procesos electorales en la región, desde la perspectiva de la continuidad o la alternancia en el poder, muestra el triunfo del oficialismo en Chile por cuarta vez consecutiva desde 1990. En Colombia ganó el oficialismo y es probable que en Venezuela también lo haga. En Brasil no está claro aún, pero es posible que Lula Da Silva logre la continuidad en el poder.
De darse estos resultados, sería mediante la reelección inmediata y la figura del candidato-presidente, que demuestra el entusiasmo reeleccionista que impera en la región.
En los demás casos, la oposición triunfó en Bolivia, Honduras, Costa Rica y Perú. Quien gane en Ecuador también vendrá de la oposición. En México y Nicaragua el panorama no está definido aún, pero las posibilidades están abiertas para un triunfo de la oposición.