Los sin techo son la población más vulnerable en un país que intenta recuperarse de su mayor crisis pero que es incapaz de erradicar la pobreza, el desempleo y la marginalidad.
En Corrientes y Maipú, a las 14:30, el calor derrite Buenos Aires. Muchos hombres y mujeres esperan a ser llamados para tomar una merienda consistente en una taza de té, un alfajor y una fruta, y que en muchos casos será también la única comida del día.
Allí esta Carlos Coffone. Hace un año que está en la calle, donde fue lanzado por problemas con su familia que prefiere no recordar. Al poco tiempo perdió el trabajo, era empleado administrativo, y con eso la posibilidad de pagarse un cuarto en alguna pensión.
Es una de las 793 personas en situación de calle (80 por ciento hombres y 20 por ciento mujeres), que detectó el último conteo del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, en noviembre de este año.
Todos los días, con los primeros rayos de sol, Coffone se despierta de su cama improvisada en la plaza frente al Palacio Pizzurno. Siempre con la ilusión de poder salir de la situación en la que está. "La gente te discrimina, te aísla, pero yo soy igual a todos. Me siento joven, con fuerzas, quiero salir y estar dentro de la sociedad", pide.
"Termine la secundaria y empecé a trabajar. Mi padre era Contador Público y siempre me inculcó el estudio", detalla. Quiere volver a trabajar, sabe que con su edad (tiene 48) el camino se le hace más difícil.
Carlos conoce de computadoras y habla un poco de ingles, tiene años de aportes hechos y el día de mañana quiere jubilarse "como cualquier persona que trabajó toda su vida".
Los días de Carlos comienzan muy temprano. Se levanta cuando sale el sol y emprende la marcha hacia el Hogar San José en la calle Rincón al 600. "En ese lugar puedo desayunar, ducharme, buscar ropa y algo de comida, también hay médicos y diversos tipos de talleres de capacitación", explica.
Siempre se las rebusca para conseguir alguna changa. "De vez en cuando hago grabaciones para un programa de radio de esos manochantas que hablan a la trasnoche. Dicen que son maestros, que te curan. Vos contás historias y después te pagan. Las grabaciones la pasan en el interior del país para vender velitas o estrellitas milagrosas. También grabe para la televisión, me pusieron traje, un micrófono chiquitito y todo", cuenta con una sonrisa cómplice dibujada en su cara.
"Con eso me hago unos pesitos para comer algo diferente y para algún vicio. No drogas, no alcohol, solo cigarrillos", aclara.
Coffone es una persona muy sola y no le gusta estar en grupo. "La mayoría se dedica al alcohol y las drogas. Reconozco este flagelo y no estoy en una burbuja, pero no es lo mío", aclara.
Las personas en situación de calle constituyen un fenómeno social sobre el cual existen opiniones encontradas. Con ligereza y prejuicios son vistos como vagos, sucios, delincuentes, alcohólicos o locos, lo que produce un quiebre de los lazos solidarios que deberían estar presentes en todos los miembros de la sociedad.
"El infierno son los ‘otros’" decía el escritor francés Jean-Paul Sartre.
En Corrientes y Maipú, a las 14:30, el calor derrite Buenos Aires. Muchos hombres y mujeres esperan a ser llamados para tomar una merienda consistente en una taza de té, un alfajor y una fruta, y que en muchos casos será también la única comida del día.
Allí esta Carlos Coffone. Hace un año que está en la calle, donde fue lanzado por problemas con su familia que prefiere no recordar. Al poco tiempo perdió el trabajo, era empleado administrativo, y con eso la posibilidad de pagarse un cuarto en alguna pensión.
Es una de las 793 personas en situación de calle (80 por ciento hombres y 20 por ciento mujeres), que detectó el último conteo del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, en noviembre de este año.
Todos los días, con los primeros rayos de sol, Coffone se despierta de su cama improvisada en la plaza frente al Palacio Pizzurno. Siempre con la ilusión de poder salir de la situación en la que está. "La gente te discrimina, te aísla, pero yo soy igual a todos. Me siento joven, con fuerzas, quiero salir y estar dentro de la sociedad", pide.
"Termine la secundaria y empecé a trabajar. Mi padre era Contador Público y siempre me inculcó el estudio", detalla. Quiere volver a trabajar, sabe que con su edad (tiene 48) el camino se le hace más difícil.
Carlos conoce de computadoras y habla un poco de ingles, tiene años de aportes hechos y el día de mañana quiere jubilarse "como cualquier persona que trabajó toda su vida".
Los días de Carlos comienzan muy temprano. Se levanta cuando sale el sol y emprende la marcha hacia el Hogar San José en la calle Rincón al 600. "En ese lugar puedo desayunar, ducharme, buscar ropa y algo de comida, también hay médicos y diversos tipos de talleres de capacitación", explica.
Siempre se las rebusca para conseguir alguna changa. "De vez en cuando hago grabaciones para un programa de radio de esos manochantas que hablan a la trasnoche. Dicen que son maestros, que te curan. Vos contás historias y después te pagan. Las grabaciones la pasan en el interior del país para vender velitas o estrellitas milagrosas. También grabe para la televisión, me pusieron traje, un micrófono chiquitito y todo", cuenta con una sonrisa cómplice dibujada en su cara.
"Con eso me hago unos pesitos para comer algo diferente y para algún vicio. No drogas, no alcohol, solo cigarrillos", aclara.
Coffone es una persona muy sola y no le gusta estar en grupo. "La mayoría se dedica al alcohol y las drogas. Reconozco este flagelo y no estoy en una burbuja, pero no es lo mío", aclara.
Las personas en situación de calle constituyen un fenómeno social sobre el cual existen opiniones encontradas. Con ligereza y prejuicios son vistos como vagos, sucios, delincuentes, alcohólicos o locos, lo que produce un quiebre de los lazos solidarios que deberían estar presentes en todos los miembros de la sociedad.
"El infierno son los ‘otros’" decía el escritor francés Jean-Paul Sartre.
Publicada en el Diario DOMINGO
AÑO 16 - Nº 18 - Buenos Aires, 26 de noviembre de 2006
Página 19 / Sociedad
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